Y por qué se dopan?


Por: Eva Montero (psicóloga del Deporte)   
 
Es la pregunta del millón, que se suele decir. La que muchos nos hacemos (me incluyo) cuando aparece la noticia de que tal deportista ha dado positivo.  Especialmente en el ciclismo, donde hay tantísimos controles parece que no entra en la cabeza que alguien pueda poner en peligro de esa forma su carrera. Pero si les van a pillar, ¿cómo se les ocurre?

Contestaciones a esta pregunta hay varias, una sería que quien le suministra la sustancia dopante le dice que es indetectable, otra que "la máquina no va a pitar" si el control se realiza pasados unos días, porque se elimina, y en algunos casos, el deportista no sabe ni que se ha dopado. Esto último puede ocurrir porque ha tomado lo que le han dado confiando en quien se lo suministró, o porque consumió un producto que en principio no parecía ser dopante, y que luego sí resulta serlo, como las célebres barritas que ahora indican si tienen o no componentes que puedan resultar positivo en un control antidopaje. Antes no había visto yo esa advertencia, que también aparece en medicamentos que se toman para algo tan habitual como tratar los síntomas del resfriado.

Sobrevivir
Pero la pregunta con la que encabezo el artículo no se refiere sólo a por qué se dopan sabiendo que les van a pillar, sino a por qué se dopan, independientemente de si la trampa se descubre o no. Que conste que no voy a intentar con ello justificar al que se dopa, sólo arrojar luz sobre cuáles pueden ser sus motivos. Lo primero que piensa todo el mundo es que lo hacen para ganar, pero no siempre es así. En el caso del ciclismo, es un deporte tan duro que probablemente más de uno que se ha dopado lo ha hecho simplemente por aguantar en el pelotón o por poder dar servicio a su jefe de filas. En un trabajo estándar, si un día te encuentras mal, puedes faltar a trabajar, o tomarte ese fármaco para el catarro e ir a la oficina al objeto de terminar ese proyecto que te puede suponer un ascenso, pero si un deportista se encuentra mal justamente en el momento más importante de la competición, no puede faltar ni tampoco tomar esa medicación. Imagina entonces que tu contrato o tu beca dependen de tu rendimiento. Alguien te dice "tómate esto que te sentirás bien, es difícil que te hagan un control en dos o tres días, luego se elimina, no te preocupes". Te estás jugando tu futuro. Tanto esfuerzo desde niño para estar en la élite y vivir de lo que más te gusta no habrá servido para nada, si no hay rendimiento ni continuidad. Difícil decisión ¿no? Esa sería una de las motivaciones para doparse: no necesariamente se hace para ganar. A veces es sólo cuestión de supervivencia.

Por otro lado, el desgaste físico de un deportista de élite supone un sobreesfuerzo que mina la salud, y eso con los años se nota. Mientras un empleado de una oficina cada vez controlará más su trabajo porque la experiencia es muy importante, un deportista, cuando pasa su momento, sufre cada vez más. No sólo cuesta mantener el ritmo de la competición, sino que la recuperación tras un esfuerzo titánico no es la misma y las repercusiones físicas de una caída te pasan factura durante muchos días. La vida del deportista es corta, y además, viven en una burbuja: la mayoría no son capaces de ver su futuro más allá de la competición. Por ello intentarán alargar su vida deportiva todo lo que puedan, y al verse incapaces de rendir lo mínimo para seguir viviendo de lo que conocen y les gusta, es cuando pueden tener la tentación de recurrir a esas sustancias o procedimientos ilegales.

Quiero ser un ganador
Vamos ahora con los que se dopan para ganar. En otros tiempos, parece que todo el mundo tomaba sustancias prohibidas para potenciar el rendimiento, según han manifestado deportistas que en su día se doparon. En el caso de que fuera así entonces los campeones hubieran sido campeones igual, si todo el mundo llevaba gasolina extra, ganaría el que más motor tiene. Ahora las cosas son distintas, con tantos controles (al menos en el ciclismo) a mí me parece totalmente imposible que haya dopaje generalizado, pero ¿puede una sustancia hacer que alguien que no anda nada se convierta en una figura? Las malas lenguas dicen que sí. En ese caso estamos hablando de deportistas con pocos escrúpulos, dispuestos a ganar con el mínimo esfuerzo posible. Pero ese "espécimen" no está solo en el deporte. Por poner un ejemplo, ese empleadillo trepa que busca ascender haciendo la pelota al jefe tampoco es que sea muy ético. Y esos empresarios que consiguen negocios sobornando al empleado público de turno tampoco. Y no digamos los que participan en ciertos programas de televisión con el objeto de "vivir del cuento" o los que se forran haciendo pública su vida privada.

Pero he aquí que resulta que los deportistas son juzgados, condenados y no se les quema en la hoguera porque ya no existe la Inquisición, mientras que los pelotas son imitados, con tal de que no te queden por encima, muchos de esos empresarios mantienen su patrimonio aún y cuando les descubren el fraude, y los jetas que viven del cuento hacen subir las audiencias de la televisión y con ello sus millonarios contratos. El problema no está solo en el deporte, sino en la sociedad en general. Si la telebasura no tuviera audiencia ni se vendieran tantas revistas cutres del corazón otro gallo cantaría. Y si en publicidad, películas, programas, etc. dejaran de promover la necesidad de ser alguien “importante”, porque si no eres un “fracasado” mucha gente no estaría obsesionada por conseguir dinero y posición a cualquier precio, perdiendo de vista sus valores, dejándose sobornar o estando dispuesto a pisar a quien sea.

Ese puntillo que me falta… y el efecto placebo
Por otro lado están, dentro de los que se dopan para ganar, los que llevan años despuntando, ganando pequeñas cosillas, pero que les falta ese poquito para ser figuras. El entorno en muchos casos también juega un papel esencial: por ejemplo, cuando corren rumores de que fulano está despuntando porque tal médico o preparador físico le está tratando. Si el susodicho era peor que yo y ahora va como un tiro, a nada que me trate a mí, es que gano el Tour de Francia. Si total, tengo facultades, sólo me falta ese puntito. Y te dicen entonces que los líderes del momento no andan así con "macarrones", que eres tonto si tú no lo haces también, teniendo mucha más clase, a poco que hagas esto o tomes lo otro te comes el mundo. Tú prueba y ya verás, inténtalo una vez y luego me lo dices… qué difícil resistirse a la tentación ¿no?

El efecto placebo aquí juega un papel importante. Un deportista con buenas cualidades puede no necesitar doparse pero cree que sí. Los interesados en el negocio del dopaje probablemente sean los primeros en difundir la idea de que si no te tomas nada no serás nada porque los demás sí lo hacen y tú estás entonces en inferioridad de condiciones. A continuación el deportista se encuentra con alguien que le dice lo bueno que es y lo que podría ganar si siguiera sus indicaciones. Y al final pica.

Lo curioso es que a veces lo que te dan no es nada y parece que funciona, es lo que se llama en ciencia el efecto placebo: si te dicen que tomándote esto te vas a sentir mejor, sólo de pensarlo te sientes más fuerte. Este efecto se tiene en cuenta en los laboratorios cuando se prueba un nuevo medicamento. Se administra éste a dos grupos de personas: a un grupo le dan el medicamento y al otro grupo le dan una pastilla exactamente igual pero inocua (es a lo que se llama el placebo). Si el fármaco es efectivo los que realmente lo toman deberán mostrar mucha más mejoría que los otros, pero los que consumen el placebo también suelen mejorar. Si ambos grupos están igual, es que el medicamento no es eficaz y la mejoría se debe al poder de la sugestión. Interesante ¿verdad? Y el que toma algo que no hace nada encima está agobiado temiendo que le pillen... qué pena.

Eva Montero
psicoclidep@gmail.com


 

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